Los casos de acoso ignorados de El Salvador

Las estudiantes empiezan a levantar la voz

15 de abril, 2019

 

De las universidades privadas y públicas de El Salvador revisadas para #PasóEnLaU, solo la UCA cuenta con un protocolo contra el acoso y la violencia sexual, el resto no tienen este documento. Ante ello, las estudiantes suelen sentirse inseguras para denuncias sus casos; sin embargo, la situación cambia gradualmente, como da cuenta esta entrega.

Por Carmen Valeria Escobar (El Salvador)

 

El Salvador es un país violento. En los primeros veinte días de enero de 2019 se contabilizaron un total de 210 homicidios. Para inicios de marzo de este mismo año, la cifra ascendió a 554 casos, según datos de la Policía Nacional Civil (PNC).

Pero decir que El Salvador es un país violento no es algo nuevo. Esta violencia no solo se expresa a través de los homicidios, también se ve en otras violencias que afectan de distintas formas a las mujeres. De acuerdo a información de la PNC, el 2018 cerró con un promedio de 12 denuncias diarias de violencia sexual, sumando en total de 4,304 denuncias.

El acoso sexual es otra forma de violencia contra la mujer en El Salvador. No importa que el acoso esté penado con sanciones que van de tres a cinco años de prisión (ver el artículo 165 del Código Penal), las denuncias de estos casos son pocas veces se resuelven, así lo documentó Prensa Gráfica.

Esto llamó nuestra atención y por eso, en nuestro especial regional #PasóEnLaU, nos preguntamos qué sucede en las universidades salvadoreñas. Así, como parte de esta investigación revisamos seis universidades (una pública y cinco privadas) de este país: Universidad de El Salvador, Universidad Francisco Gavidia, Universidad Tecnológica de El Salvador, Universidad Dr. José Matías Delgado, Universidad Capitán Gerardo Barrios y Universidad Centroamericana José Simeón Cañas. Solo la última cuenta con un protocolo de actuación en caso de acoso y violencia sexual.

Entre 2017 y 2018 se denunciaron 12 casos de acoso y violencia sexual en la Universidad de El Salvador.

No sobra decir que en la revisión de #PasóEnLaU [ver metodología] encontramos que es en Centroamérica donde hay menor cantidad de protocolos en las universidades. De 30 universidades analizadas en Costa Rica (6), El Salvador (6), Guatemala (6), Honduras (6) y Nicaragua (6), solamente nueve cuentan con estos documentos.

Pese a esta situación, en El Salvador hay víctimas de acoso que ya no están dispuestas a guardar silencio.  

 

La situación en la UES

Marina, una estudiante de Derecho de la Universidad de El Salvador (UES), recuerda que tres años atrás, en 2016, cuando cursaba una de las materias introductorias a Ciencias Políticas hubo tres cambios de profesores en una unidad. El último en tomar el puesto fue Gabriel, un exalumno recién graduado que había llegado como auxiliar de cátedra. Era una cara conocida para la universidad y sus alumnos.

Marina lo recuerda como una persona amigable. En sus primeros días como catedrático, Gabriel comenzó a entablar conversación con ella, le preguntó si estaba familiarizada con el voluntariado y le ofreció un puesto en una fundación que él acababa de crear.

Después de esa interacción, Gabriel comenzó a tener una preferencia por Marina. Para ella, esos detalles eran pequeños focos que pronto se convertirían en alarmas. El primer acercamiento directo de Gabriel con Marina ocurrió cuando, durante una clase, él la tomó de la mano, observó un anillo y sin soltarla le preguntó si estaba comprometida. “Yo le dije que no. Me respondió que estaba bueno porque aún era joven y tenía más personas por conocer, me lo dijo en un tono coqueto tratando de seducirme”. Marina le soltó la mano y decidió dejarlo pasar, pero las actitudes de Gabriel siguieron.

Un día, mientras esperaba a sus compañeros para irse, Gabriel pasó frente a Marina y se detuvo a hablarle. “Me dijo que le gustaban mis ojos, mis labios, mi cabello. Me decía que le gustaban mis rasgos”. Marina estaba incómoda pero temía que no podía responderle de manera más fuerte y agresiva porque Gabriel tenía el control de sus notas.

 

Gradualmente, la actitud de Gabriel hacia Marina se convirtió en un rumor entre los alumnos de la clase. La insistencia de Gabriel continuó. Marina nunca aceptó. Hasta que Gabriel llamó a Marina a su cubículo con la excusa de que hablarían sobre sus notas. En realidad, Gabriel le propuso un trabajo muy bien pagado en su fundación. “Me comenzó a decir que necesitaba una niña linda como yo que atendiera a los invitados, que les fuera atractiva para seguir haciendo alianzas. Me dijo que lo pensara, pero realmente me asustó”, recuerda Marina.

 

Tras este encuentro, Marina decidió alejarse y no estar más tiempo sola en la universidad, pero Gabriel seguía siendo su profesor. Finalmente, el ciclo escolar terminó y Marina decidió bloquear a Gabriel, quien en este tiempo le había enviado canciones y videos vía WhatsApp sobre temas que pensaba que le podían interesar a Marina. Nunca se animó a denunciarlo por miedo. “Vos podes poner la denuncia, iniciar un proceso, pero la UES es bien negligente en ese sentido porque de nada me sirve si lo van a reintegrar y yo no quería problemas mayores. Esta es una persona que tiene el potencial de hacer más, presume sus armas en redes sociales. Pero bueno, esta es la UES ”.

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El año 2018 fue decisivo para la UES. Este año, tres estudiantes denunciaron abusos y agresiones en el campus universitario. Al no sentirse escuchadas por la Junta Directiva Universitaria, las estudiantes llevaron sus casos a la Fiscalía General de la República (FGR).

Las primera denuncia se dio en julio del 2018, cuando una estudiante de antropología denunció al catedrático José Boanerges Osorio, con quien había tenido una relación sentimental. La denuncia fue porque éste le ocasionó lesiones, humillaciones, la sometió  y amenazó. Las otras dos estudiantes eran de la carrera de medicina, ellas denunciaron a un profesor de acoso y violencia de género.

Los casos de medicina no han llegado a más; en el caso de Boanerges, a principios de marzo de este 2019 la universidad decidió regresarle todos los salarios que no había recibido mientras había sido acusado. Marina recuerda este último precedente como una prueba inmediata del porqué no denunció.

La colectiva y grupo de teatro Amorales nació en la UES en 2010 para trabajar temas de derechos sexuales y reproductivos con énfasis en la despenalización del aborto; sin embargo, a medida que las denuncias sobre acoso sexual y violencia contra la mujer al interior de la universidad se incrementaron, pusieron énfasis en esta situación.

Para Lissania Hernández, miembro de la colectiva Amorales, la UES se ha convertido en una zona de riesgo. “Nosotras lo hemos marcado como un lugar no seguro. Dentro de la universidad, una vez a una chica la intentaron abusar sexualmente en las aulas, [fue] alguien de la misma carrera. En las noches tenés que tener cuidado porque hay lugares oscuros donde no podes pasar”, cuenta a Distintas Latitudes.

Lo que denuncia Hernández es respaldado por Marina: “No hay un buen control que proteja a un estudiante fuera y dentro de la UES. Las mujeres estamos vulnerables ahí […]Y esto no es nuevo hace cuatro años un vendedor de pulseras que se ubica fuera de la UES tenía una denuncia de violencia sexual por intentar violar una niña dentro de los baños. Esto era conocido por catedráticos y alumnos pero igual como no pedían nada para entrar igual, seguía llegando”.

Situaciones como éstas son las que han motivado al colectivo Amorales a hacer intervenciones artísticas dentro de la UES para llamar la atención sobre este problema. Uno de los perfomance más emblemáticos de Amorales fue cuando, entre malabares y juegos, fuera del cineteatro de la universidad abrieron un espacio para que las mujeres pudieran denunciar a sus agresores. Escribieron en un cartel “Denuncia a tu acosador”.

Y ante esta situación, ¿qué ha hecho la UES? El Centro de Estudios de Género (CEG)  de la UES, creado en 2004, sin presupuesto ni apoyo por parte de la universidad, es la entidad que se ha encargado de seguir y recibir las denuncias de casos de acoso y/o violencia sexual  la UES, a falta de protocolo, no establece un procedimiento ni área regulada para interponer una denuncia.

Según datos del CEG-UES, desde su creación solo se han reportado 20 denuncias graves de las estudiantes que han sufrido de acoso sexual de parte de los docentes. Entre 2017 y 2018 se denunciaron 12 casos.

Fue en septiembre del 2018 cuando, a raíz de las denuncias que procedieron a la FGR, se iniciaron las primeras convocatorias para la creación de un protocolo de acoso y violencia sexual en la UES. El cual aún no ha sido creado.

De las 6 universidades públicas y privadas revisadas en #PasóEnLaU, solo la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) cuenta con un protocolo para prevenir el acoso y la violencia sexual.

El miedo a ser ignoradas

Isabel conoció a Felipe cuando estaba en curso para ingresar a la carrera de mercadeo en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA). Él cursaba tercer año. Se conocieron en un evento comunitario e iniciaron comunicación.

Conforme pasó el tiempo, el intercambio de mensajes entre ambos fluyó y decidieron iniciar una relación que no perduró. Dos años después, Isabel y Felipe se reencontraron cuando ella inició un trabajo en una instancia universitaria.

Felipe la visitaba, le mandaba cartas, la esperaba en sus recesos y salidas, incluso se convirtió en uno de los jefes de ese departamento. Isabela terminó trabajando bajo el mando de Felipe. “Ese fue el grave error”, comenta.

Luego de que otra compañera de Isabel renunció, Felipe comenzó a coquetearle a Isabel de manera más directa. Le pidió que iniciaran una relación. Ella aceptó. La relación caminaba pero laboralmente todo se comenzó ser desagradable. De pronto, Isabel ya no hacía las cosas bien. Felipe le devolvía el trabajo, le exigía hacer horas extras.

“Ese no era mi único trabajo. Era instructora y trabaja en investigaciones. Él [Felipe] me decía muy burlón que yo ganaba mucho, se quejaba de su salario y me comparaba con una de las jefas diciendome que laboralmente estaba bien pero que iba a terminar como una fracasada sola como ella”. Poco a poco Felipe la comenzó a insultar a llamarla “cabrona”, “maldita” y apretarla de las muñecas con fuerza.

La situación se volvió insostenible. Isabel decidió renunciar sin hablar sobre lo que vivía. Sin embargo, un colega suyo que sabía qué pasaba expuso el caso. A Isabela la mandó a llamar el jefe de Felipe. “Me dijo que tenía problemas de autoestima, que él me podía prestar un manual de autoayuda y que buscara atención psicológica”.

Felipe fue notificado y amenazó con demandar a Isabel si ella seguía hablando. En ese proceso, Felipe fue contratado como profesor de la universidad.

Isabel dice que piensa denunciar a Felipe, “pero el año en el que me vaya. No quiero ni estar viviendo acá cuando lo haga, [Felipe] es impulsivo y enojado no logro dimensionar lo que puede hacer y yo no quiero ser la próxima persona que aparece muerta por haber denunciado a alguien porque denuncias pero nadie te garantiza nada”.

 

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Para muchas estudiantes, profesoras y/o investigadoras universitarias en el proceso de denunciar un caso de acoso y/o violencia sexual, intimida, sobre todo al llegar a la presentación de pruebas. “¿Cómo comprobar qué me siguen sin sonar paranoica o que me hacen sentir incómoda?”, se cuestiona Fátima, una estudiante de quinto año de la licenciatura de Comunicación Social.

La UCA es una de las universidades más prestigiosas de El Salvador. Se ha hecho su fama por su historia durante la guerra civil, su calidad educativa, su exigencia y por ser eficiente en los procesos de inscripción, graduación y gestiones administrativas. Es una de las únicas universidades del país que cuenta con un política preventiva ante el acoso sexual.

Para la UCA, el acoso incluye desde la propagación de material fotográfico privado, fliterios repetidos, besos, tocamientos a la fuerza, miradas lascivas hasta abuso de poder.

Lourdes Hernández fue parte del Consejo Estudiantil de la UCA en el periodo de 2015-2018. Ella comenta que el trabajo más fuerte de este consejo es recibir denuncias que hacen los estudiantes o profesores que van desde copiar en un examen hasta casos de acoso. Durante el tiempo que trabajó, se recibieron 400 denuncias de las que diez eran sobre acoso y abuso de poder.

Fátima recuerda que cuando estaba en su segundo año en la carrera y cumplía su servicio de horas sociales siendo instructora de redacción, vivió una situación con Ricardo, uno de los alumnos. “Jamás me pregunté cómo me había encontrado en Facebook porque me tenía con mi segundo nombre, que nunca lo di”, cuenta.  

Ricardo buscó acercarse a Fátima. Una ocasión intentó saludarla de beso y buscaba pretextos para hablar con ella. Incluso la  invitó a salir, pero ella lo rechazó. Tras este rechazo, Ricardo provocaba situaciones incómodas en las clases, él y sus amigos le comenzaron a tomar fotos a escondidas. La paciencia de Fátima llegó a su límite. Fátima pidió a un catedrático que interviniera. “Él entendió pero al mismo tiempo lo tomó como broma”, comenta. Finalmente, Fátima logró alejarse de Ricardo.

Para la ex integrante del Consejo Estudiantil de la UCA, Lourdes Hernández, una de las principales fallas recae en los procesos de comunicación de la UCA y en cómo han socializado el protocolo. “Creo que institucionalmente la UCA está cubriendo un montón de casos que incluso a veces ni siquiera las grandes autoridades como rectorías y vicerrectorías se dan cuenta, se queda en aulas, decanatos y departamentos. Ahí no se llevan los procesos adecuados porque esos casos se deben elevar a rectoría, oficina de personal o la Dirección del Desarrollo Estudiantil (DIDE), pero se quedan estancadas, lo cual significa o que no conocen el protocolo o están protegiendo a esas personas que ejercen violencia”.

Aunque poco a poco las mujeres que han sufrido acoso en las universidades denuncian sus casos, faltan precedentes mayores de cambios y respuestas efectivas de las autoridades de estas instituciones educativas.

“Creo que institucionalmente la UCA está cubriendo un montón de casos […] no se llevan los procesos adecuados porque esos casos se deben elevar a rectoría, oficina de personal o la Dirección del Desarrollo Estudiantil (DIDE), pero se quedan estancadas, lo cual significa o que no conocen el protocolo o están protegiendo a esas personas que ejercen violencia”, ex integrante del Consejo Estudiantil de la UCA.
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