La violencia
que no se escapa
2 de abril, 2019
La violencia de género que vive Argentina no afecta solo a mujeres, la violencia machista impacta a otra población, la LGBTI+. Esto exploramos también en #PasóEnLaU.
Por Lizbeth Hernández (México)
- Con información de Imanol Subiela (Argentina) y Georgina González (México)
Argentina es uno de los países que marca la pauta en la agenda contra la violencia de género en América Latina. La lucha de las mujeres en temas como la despenalización del aborto con #AbortoLegalYa, contra la violencia machista a través de Ni Una Menos y el MeToo de las actrices argentinas, por mencionar algunos ejemplos, se ha vuelto referente para otros países de la región como Brasil, México, Colombia, Costa Rica y Chile, en donde incluso se han replicado acciones de apoyo para las mujeres de este país.
No obstante, en Argentina la violencia contra las mujeres persiste. Según datos del Indec, del Instituto Nacional de Estadística y Censos de la República de Argentina, de todos los datos recogidos de comisarías y juzgados del territorio argentino hubo: 86 mil 700 mujeres que denunciaron en 2017 alguna agresión física o psicológica.
Mientras que, de enero al 15 de noviembre de 2018, hubo 251 víctimas de feminicidios. De estos casos, 28 son feminicidios vinculados (cuando además de la víctima, el agresor asesina a una persona cercana a ella) y 6 fueron mujeres trans, de acuerdo con datos dados a conocer por el Observatorio de Femicidios, creado por el Defensor del Pueblo de la Nación.
La violencia de género que vive Argentina no afecta solo a mujeres, la violencia machista impacta a otra población, la LGBTI+.
67 personas murieron como consecuencia de crímenes de odio basados en la orientación sexual e identidad de género y falta de acceso a derechos básicos en 2018, según un reporte del Observatorio Nacional de Crímenes de Odio LGBT de la Defensoría del Pueblo de Buenos Aires en articulación con la Federación Argentina LGBT.
El reporte señala también que hubo 80 ataques contra personas LGBTI+ que no terminaron en la muerte. Y que en total se registraron 147 crímenes por prejuicio contra personas LGBTI+.
Otras formas de violencia de género son el acoso y la violencia sexual. Estas son las que exploramos en #PasóEnLaU, una investigación transnacional sobre cifras e historias de esta temática en América Latina.
Como dijimos en el panorama general de esta investigación, nos resulta importante mirar el problema del acoso y la violencia sexual con mayor amplitud, eso incluyó buscar testimonios no solo de mujeres (estudiantes, profesoras, investigadoras, trabajadoras) en las universidades muestra de #PasóEnLaU. También buscamos saber cómo viven esta situación personas LGBTI+.
Para acercarnos a estos casos partimos de algunas preguntas, entre ellas: ¿Cómo enfrentan personas LGBTI+ el acoso o la violencia sexual en las universidades? ¿Están contempladas en los protocolos? ¿Qué tan invisivilizados están estos casos?
La búsqueda no fue sencilla. De entre los 5 países (México, Colombia, El Salvador, Venezuela y Argentina) en los que hicimos reporteo in situ, solo en Argentina encontramos una persona que quisiera relatar su historia.
En este país, revisamos 8 universidades, 4 públicas y 4 privadas: Universidad de Buenos Aires, Universidad Nacional de Córdoba, Universidad Nacional de la Plata, Universidad Nacional de Rosario, Universidad Torcuato Di Tella, Universidad Austral, Universidad de San Andrés y la Pontificia Universidad Católica Argentina.
De estas, solo las 4 públicas cuentan con protocolos contra el acoso y la violencia sexual.
El caso que encontramos, es de la UBA.
“A mí me parece genial que ahora sea un tema público [el acoso en las universidades] porque hay una situación de poder en medio. Yo entiendo que cuando estás en la universidad sos mayor de edad y no es lo mismo que una institución escolar donde hay menores, pero sigue siendo grave porque hay una relación de poder […]. Esta gente que actúa así no lo hace con una sola persona, es así con mucha gente. Te das cuenta que es algo sistemático y que ellos se aprovechan de la situación de indefensión del otro”.
La historia de Mateo*
Fue hace como cinco o seis años (inició en 2013 y se extendió a 2014). En el momento que pasó esto yo tenía 23 años, 24 recién cumplidos. Soy graduado de la carrera de letras de la UBA. Estaba cursando una materia que era Literatura Inglesa con un jefe de trabajos prácticos. En el medio de la cursada, sucedió que mi mamá se enfermó y tuve que faltar unas semanas, pero había una serie de requisitos de asistencia para aprobar la materia así que le escribí al profesor contándole mi situación […]. Me responde diciéndome que todo bien.
A los pocos días me envió una solicitud en Facebook. Ya tenía varios profesores con los que había tenido buenos intercambios por ahí, así que lo acepté porque no me pareció raro. Entonces, el tipo me empezó a hablar preguntándome cómo estaba en relación con lo de mi vieja.
Para el momento en el que me empezó a chatear más seguido yo ya había vuelto a cursar su materia. Un día me escribe y me dice que me había visto en un teórico y ahí me tiró un comentario que a mí me pareció un poco desubicado con respecto a mis piernas y pensé: “no entiendo por dónde va la mano”. Es difícil cortar una situación así porque vos no sabes cómo se lo va a tomar el otro, que además está en una situación de poder.
[…] pensaba: cómo se lo va a tomar si lo rechazo, yo sigo siendo alumno, el tipo me tiene que evaluar y poner una nota para ver si apruebo o no, hay una situación de poder en el medio y por eso en su momento no hice nada. La cuestión es que el chabón me empezó a escribir todo el tiempo. ¡Yo seguía yendo a sus clases!
[En clase] se hacía el serio, eso lo volvía medio sádico al tipo. Para mí esta gente siempre tiene un manejo de la doble imagen. Este tipo solo me acosaba virtualmente. En el aula a veces me saludaba, a veces no. Yo me empecé a sentir medio raro, entonces en ese momento él empezó a chatearme todo el tiempo pero preguntándome por mi mamá y como yo estaba medio mal con ese tema como que le hablaba.
En un momento de la cursada el tipo directamente me dice de la nada [que] si quiero ir a dormir a su casa. Me dijo que un día él podía cocinarme y podía quedarme a dormir. Yo tenía 23 años, pero boludo no soy. Recién en ese momento le pude decir que no y que sus mensajes a veces subidos de tono me hacían sentir incómodo. A raíz de eso tuve que dejar la materia, pero después me siguió escribiendo igual. La última vez que me escribió fue para un cumpleaños y me dijo que “ojalá pueda soplar la vela” [alusión a sexo oral], un asco.
Después lo tuve que bloquear igual, porque el tipo me seguía escribiendo todo el tiempo y volvía a insistir con lo mismo, con que me acueste con él en su casa o me empezaba a decir que yo estaba lindo.
[Hace poco] pasó que en un grupo de Facebook, donde él está, que un compañero publicó que este profesor lo acosaba, le decía que quería filmarlo a él mientras cogía con la novia, ese tipo de cosas, pero a ellos no les decía que era gay. También hubo otro alumno que dijo que intercambió nudes con él y que después las empezó a reenviar sin preguntarle. Otro compañero, que no era gay, también publicó en ese grupo que el tipo le empezó a mandar fotos de pibes en pija que sacaba de un grupo en Telegram y después este profesor también le mandó fotos que sacó.
Después de que me acosara a mí, me empecé a enterar que invitaba también a otros chabones a su casa, incluso a un compañero que es heterosexual también se lo hizo, lo invitó a la casa.
[…] Entonces yo pensaba, ¿con quién me voy a ir a quejar? No voy a encontrar respaldo, en ese momento tampoco había ningún protocolo, ahora sí hay.
[…] Lo peor es que él sigue siendo docente en varias materias. A pesar de que se hizo público que él acosaba alumnos no trascendió. De hecho, después de que se publicaron esas cosas el tipo empezó a pedir que las borren porque “podía afectar su trabajo”. Lamentablemente él no era el único así, también tuve un docente que ponía notas bajas y después te invitaba a salir, entonces si ibas te subía la calificación (a las chicas, claro). Este tipo de cosas siempre me dieron bronca porque siempre odié como ellos se aprovechaban de la situación de poder.
No hablo mucho de este tema, como que me da pudor. No hice nada, pero, ¿viste que cuando estás en una situación así y hablas a veces te cuestionan? Además, ya pasaron cinco años y no quiero que me digan “ay, por qué no lo dijiste antes”. Es raro. No quiero que emitan un juicio de valor sobre lo que no hice en su momento. Le podría enrostrar lo que hizo, pero qué se yo. ¿Qué gano? No siento que lo pueda hacer reflexionar a él sobre esto, quizás sí valdría más denunciarlo en algún tipo de instancia universitaria, pero no sé si lo haría. Por suerte ahora hay un protocolo, después del caso de Dante Palma que trascendió mucho, de hecho lo separaron de su cargo. A otro profesor de griego también le pasó eso: el tipo le mandaba fotos de su pija a las alumnas, las perseguía, les escribía pasado de merca a las tres de la mañana diciéndoles —como me hacía mi docente— “vení a mi casa a dormir” y ese tipo de cosas.
A mí me parece genial que ahora sea un tema público [el acoso en las universidades] porque hay una situación de poder en el medio. Eso no se puede soslayar. Yo entiendo que cuando estás en la universidad sos mayor de edad y no es lo mismo que una institución escolar donde hay menores, pero sigue siendo grave porque hay una relación de poder, que a ellos les gusta explotar, ahí que hace que aunque digas que no tengas que pagar una consecuencia. Si sos muy contundente diciendo “No” tenés el riesgo de esa consecuencia, si no lo sos corrés el riesgo de que te agredan sexual o físicamente. Lo que me parece más terrible es que es sistemático. Esta gente que actúa así no lo hace con una sola persona, es así con mucha gente. Te da una bronca cuando te das cuenta que es algo sistemático y que ellos se aprovechan de la situación de indefensión del otro. Pensás: ¿qué onda loco? ¡Hay que hacer algo!
* Mateo es un nombre que usamos para garantizar el anonimato de este testimonio.